

¿De qué va a hablar el señor Aznar?
El sector privado es el motor para el crecimiento económico; pero no necesariamente para el desarrollo. Dependerá de que las inversiones que realice las haga respetando los derechos humanos, entre los que se incluye que los trabajadores tenga un salario digno y seguridad social; el cuidado al ambiente natural; y una característica, quizá más recientemente valorada: actuar con probidad y transparencia.
En El Salvador, si bien es cierto que existen muchos empresarios que cumplen a cabalidad con todas estas premisas, hay un grupo que no. Específicamente son quienes basan su rentabilidad en el pago de salarios de hambre; la sobreexplotación de los recursos naturales o en la realización de actos de corrupción, que se manifiestan en múltiples formas.
Y como ciudadanos debemos estar claros que la corrupción es un grave obstáculo para avanzar en la consolidación de los sistemas democráticos, del pleno ejercicio y disfrute de los derechos humanos, y de niveles satisfactorios de gobernabilidad. Pero además la corrupción es sumamente perjudicial para los empresarios honestos, pues los deja que compitan en desigualdad de condiciones, con empresarios que no pagan impuestos u obtienen ganancias a partir de conductas como cohecho, peculado, malversación o tráfico de influencias. La corrupción es una enfermedad social que socaba el desarrollo.
Por ello cuando la Asociación Nacional de la Empresa Privada (Anep) planteó que el próximo Encuentro Nacional de la Empresa Privada (Enade) llevará por título «El Salvador libre de corrupción» era digno de elogiar. Y cuando anunciaron que se presentará un código de ética empresarial para evitar que el sector se preste a la corrupción, era todavía más de celebrar; pues el combate a la corrupción también pasa por el sector privado. Hasta aquí todo iba bien, pero apareció el pelo en la sopa.
Resulta que la conferencia magistral sobre lucha contra la corrupción será impartida por José María Aznar, expresidente español. Sí, el presidente que lideró gobiernos donde 22 de sus 34 ministros han sido salpicados por actos de corrupción; o de quien la semana pasada se conoció que tuvo que pagar una multa de 70,403 euros ―y el gobierno español le está exigiendo otros 200,000 euros más― por defraudación tributaria. ¡Para no creérselo! Siguiendo esa lógica seguramente si el evento hubiera sido de combate al terrorismo, hubieran traído a Osama Bin Laden; lucha contra el narcotráfico, al Chapo Guzmán; o, si fuera tratado sobre erradicar la discriminación, entonces el invitado principal sería Donald Trump.
Una vergüenza, ¿de qué va a hablar el señor Aznar? ¿De cómo liderar un gobierno corrupto o de cómo eludir y evadir impuestos? Han desaprovechado una oportunidad enorme. Pero esta decisión es muy consecuente con la forma como ha sido dirigida la Anep en los últimos años, donde era difícil separar si era la gremial empresarial o el partido de oposición del gobierno. Nunca se debe confundir la legítima defensa de los derechos gremiales con el hecho de criticar por criticar, incluso a expensas de empeorar la polarización y con ello el clima de negocios.
El país atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia y requiere de grandes acuerdos. Hoy más que nunca se necesita de un sector privado capaz de apostarle al país y eso requiere una gremial empresarial que sea capaz de reconocer que su ganancia pasa por apostarle al desarrollo de la gente. Es decir un gremio moderno que comprende que la mejor responsabilidad social empresarial es pagar los impuestos a cabalidad; que la mejor forma de incrementar sus ventas es pagar salarios dignos; que la forma de asegurar sus inversiones a largo plazo es respetando el medio ambiente; que el camino para resguardar su libre mercado es no cometer actos de corrupción. Por lo que así como urge renovar la clase política salvadoreña, urge renovar el liderazgo empresarial. Por el bien del país, incluido el mismo empresariado, ojalá que la próxima junta directiva de la Anep esté a la altura de los desafíos que tiene el país.
Esta columna fue publicada originalmente el 21 de abril de 2016 en diario El Mundo de El Salvador