
La cultura del circo
«Panem et circenses» (pan y circo) es una frase acuñada sobre lo que pasaba en la Antigua Roma, donde los políticos daban al pueblo espectáculo y entretenimiento, para que no prestaran atención sobre su situación económica o los casos de corrupción que ocurrían. Miles de años después, pareciera que está estrategia sigue siendo utilizada por la clase política nacional. Con algunos cambios, propios de nuestra era, por supuesto.
Ahora no hay gladiadores luchando por su vida, mientras el público disfruta eufórica del “espectáculo”; pero si se cuenta con trolles sueltos en las redes sociales, dispuesto a atacar al contrincante y/o alabar a sus financistas. Estos tienen la habilidad de aparecer o desaparecer temas de discusión nacional, dependiendo de qué digan sus jefes.
Tampoco hay shows artísticos o juegos circenses hechos por profesionales para entretener al pueblo en el coliseo romano; pero si se suscitan espectáculos lamentables en el Salón Azul; donde se gritan, pierden la cordura, aparecen megáfonos, cierran micrófonos, suspenden sesiones. Toda una exposición a la altura de cómo se abordan los problemas en El Salvador.
Y qué decir de las exhibiciones de democracia interna de los partidos políticos, con candidaturas únicas representando una jerarquía vertical que recuerda que al final quienes toman las decisiones son unos pocos; pero eso sí todos los partidos acusan a los demás de no ser democráticos. O los dramas, cuando abandonan espacios interpartidarios, so pretexto de defender al pueblo porque en los estatutos de su rival aparece que aspiran a un modelo económico diferente; como si eso no fuera una de las premisas fundamentales de las democracias: pensar diferente.
Toda esta cultura del espectáculo sirve para hablar poco, o nada, de las cosas que realmente nos deberían preocupar. Por ejemplo, la pobreza en 2014 aumentó, lo que implica que hay más compatriotas que no tienen los ingresos suficientes para poder adquirir siquiera la Canasta Básica Alimentaria; y la política fiscal no podrá darles una solución, pues el actual proyecto de presupuesto del país ya evidencia que para el próximo año, en términos del Producto Interno Bruto, habrá menos para educación, salud, infraestructura…Y los próximos años podrían ser peores en casos no se hagan cambios integrales desde ya.
Y tampoco hay tiempo para discutir que el año pasado entre incentivos fiscales, exenciones y deducciones el Estado se otorgaron más de USD 1,133.25 millones, de acuerdo a un estudio de la Unidad de Análisis y Seguimiento del Presupuesto de la Asamblea Legislativa, es decir se pudo haber duplicado el presupuesto de educación o triplicado el presupuesto de salud si ese dinero hubiera entrado a las arcas del Estado. Sin embargo, estos temas no generan rating, ni son virales.
Pero al final de cuentas, para que esta estrategia funcione se requiere de medios de comunicación que les sigan el juego a los partidos, convirtiéndose en instrumento de difusión de estos; y por supuesto el otro ingrediente es una ciudadanía que prefiere el entretenimiento a involucrarse en ser parte de los cambios que la nación requiere. Y aunque en el país no se producen novelas, lo que sucede en la escena política bien pueden simular capítulos de estas; y la gente se divierte con ellas.
Para beneplácito de los partidos políticos, la población salvadoreña hasta ahora ha estado más en su rol de consumidor de este circo político que de un agente de cambio por resolver los problemas que aquejan el país. Sin embargo, cuando a la gente no le basten estos pasatiempos, va a empezar a exigirles cuentas sobre su quehacer y les va a pasar factura. Por ello, los partidos deberían verse en el espejo de otros países, donde el hartazgo por la clase política tradicional hizo que surgieran movimientos ciudadanos, que en algunos casos, incluso llegaron al poder; donde el circo no fue suficiente para maquillar los verdaderos problemas. Y bueno, del pan ni hablemos porque ese solo se lo han comido unos pocos.
Esta columna fue originalmente publicada el 26 de noviembre en el diario El Mundo de El Salvador.