

La necesidad de construir competitividad sistémica en Centroamérica
El gran ganador en la atracción de capital extranjero para inversión en los últimos años ha sido Panamá.
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Reiteradamente se ha demostrado que los principales destinos de la inversión extranjera directa en la región centroamericana en los últimos años son Costa Rica y Panamá. De hecho, los datos de la Cepal (2023) permiten observar que durante el período 2000-2021, omitiendo los años influenciados por algún tipo de crisis (2008, 2009, 2020 y 2021), Panamá recibió el 34.4% de los flujos de inversión extranjera hacia la región, mientras que Costa Rica lo hizo con 26.6%, Honduras 12.3%, Guatemala 10.8%, Nicaragua 8.2% y El Salvador con el 7.8% del total. De allí que en los países del sur de la región se concentró el 61.0% de la inversión total, mientras que en los del CA-4 apenas se recibió el 39.0%.
Además, si en lugar de utilizar toda la secuencia, solo se utilizan los años de la década anterior a la pandemia (2010-2019) la situación no cambia mucho, dado a que Panamá habría atraído 40.6% del total, Costa Rica disminuiría a 25.3%, Guatemala tendría 11.2%, Honduras caería a 10.4% del total, Nicaragua se mantendría en 8.5% y El Salvador caería a 4.0% del total.
El gran ganador en la atracción de capital extranjero para inversión en los últimos años ha sido Panamá, a costa de El Salvador, Honduras y Costa Rica, dado a que, en esencia, las condiciones de Nicaragua y Guatemala han permanecido constantes.
Lo primero que viene a la mente de muchos políticos, empresarios y analistas, al observar dichos datos, es que los factores principales para la atracción de la inversión extranjera fueron la opacidad fiscal y financiera de Panamá y, por supuesto, su fortaleza en infraestructura bancaria. Aun cuando el último de los elementos no está en discusión, el primero, aunque lamentablemente sí es un foco de atracción para los capitales de dudosa procedencia, resulta discutible, dada la opacidad fiscal y financiera que también padecen Honduras y Guatemala, ambos no cumplidores con los estándares del Foro de Transparencia Global de la OCDE, a pesar de haberse integrado de pleno y conocer los pasos para ser reconocidos como cooperantes en materia de transparencia internacional.
El segundo aspecto que se acostumbra a identificar como motivador para los flujos de inversión, es el nivel tributario, lo que también no sería un factor absolutamente determinante, debido a que Honduras y El Salvador emprendieron intentos en los últimos años por adoptar regímenes de incentivos tributarios de amplio espectro para tratar de ganar la competitividad regional, y no lograron, como las cifras lo muestran. Además, si el factor tributario fuera el único determinante, Guatemala, que tiene niveles sumamente bajos de tributación, al lado de Panamá, sería uno de los destinos favoritos de los inversionistas.
Otro elemento que se discute es el tipo de gobierno que, desde el punto de vista de la certeza jurídica de largo plazo, puede ser un factor determinante. Sin embargo, con la salvedad de El Salvador, que tuvo alguna oscilación entre gobiernos de derecha e izquierda en los últimos años, el resto de países, prácticamente durante todo el período, tuvieron gobiernos de tendencia política estable, por lo que no puede considerarse como un factor que alejara la inversión Complementariamente, Guatemala y 2 Honduras, con gobiernos históricos de fuerte orientación de derecha y actitud proempresarial, hubiesen sido los destinos preferidos por los inversionistas.
Es muy claro que, si bien los factores antes descritos contribuyen a fortalecer el clima de negocios, no son los únicos, y mucho menos los determinantes exclusivos para atraer la inversión extranjera.
Este hecho hace necesario revisar los elementos de competitividad sistémica de cada nación, para determinar qué se está haciendo bien y qué no.
Aun cuando existen estudios de competitividad internacional, uno de los más completos es el Índice de Competitividad Internacional del World Economic Forum, establece un indicador síntesis para los países del mundo y que, al compararlo, permite la construcción de un ranking en el que se establece cuáles son los Estados que reúnen las mejores condiciones para atraer la inversión. Dentro de los doce pilares de utilidad para construir ese índice destacan: la calidad de las instituciones, la situación de la infraestructura, la adopción de tecnologías de comunicación, la estabilidad macroeconómica, la salud de la población, las habilidades de los trabajadores, la calidad del sistema financiero, el dinamismo empresarial y la capacidad de innovación, entre otros. Cada uno de estos pilares, a su vez, toma en consideración diversos indicadores de la sociedad y de la economía, de interés a los inversionistas.
La información presentada en el cuadro a continuación muestra una síntesis de algunos elementos de interés para la toma de decisiones de inversión. En el 83.3% de los indicadores presentados, los países más competitivos en la región son Costa Rica y Panamá, lo que explica fácilmente por qué la mayor parte de la inversión se dirige hacia esos dos países.
Otros, como Guatemala, tienen ventaja en la baja distorsión de los impuestos en la competitividad (esperable), y en la solidez de los bancos, aunque presentan deficiencias en la calidad de las instituciones en general, y paradójicamente, en el acceso de la empresa privada a créditos bancarios. El Salvador presenta ventajas en el control inflacionario, por ser tener una economía dolarizada, en la calidad de la infraestructura vial y en el suministro de electricidad. Honduras reporta ciertas ventajas en la posición empresarial respecto al riesgo y en el funcionamiento del sector bancario. Finalmente, Nicaragua, tiene algunas ventajas en la calidad de la infraestructura vial y la estabilidad del gobierno.
Los indicadores de referencia demuestran que, al margen del tipo de gobierno, los inversionistas evalúan la calidad de las condiciones sistémicas de inversión, por lo que los países ,en lugar de quedarse exclusivamente en el campo de los incentivos tributarios a la inversión, o seguir con la eterna canción de la estabilidad económica, deben preocuparse por construir una serie de condiciones adicionales, si en realidad quieren ser un foco de atracción de la inversión extranjera, que contribuya a la generación de empleo y bienestar para los y las centroamericanos.
Abelardo Medina Bermejo // Economista sénior / @a_medinab
Esta columna fue publicada originalmente en El Economista, disponible aquí.