

Lo social debe imponerse en Davos
La semana anterior en el prestigioso destino suizo de Davos se reunieron más de 2,500 personas, elevadas a la categoría de líderes empresariales, gubernamentales, de organizaciones internacionales, sociedad civil, academia, medios de comunicación y artes. El objetivo fue su participación en la edición número 46 del Foro Económico Mundial, el cual tuvo como eje central un informe sobre el futuro del trabajo en el mundo. Sin embargo, los temas de agenda fueron tan amplios como sus asistentes. La caída de los precios del petróleo, la vertiginosa crisis de China, la crisis de refugiados en Europa y la expansión del terrorismo, por mencionar algunos.
Como se darán cuenta la agenda sobre la crisis económica se impuso a la agenda sobre la crisis social, a pesar de que en la edición 2005 este foro sirvió como espacio para retomar el combate a la pobreza extrema. Estas discusiones aunque continúan, son secundarias. Como muestra de ello, la actividad de la ONU para discutir la agenda sobre cómo lograr un desarrollo sostenible en el 2030, fue realizada en una localidad secundaria. Esto bajo la excusa de lograr mayor asistencia de público.
En mi opinión, considero que la mayoría de los denominados líderes, le restan importancia a algo tan importante como la discusión de los acuerdos de desarrollo sostenible, haciendo presentaciones para un público ya convencido sobre las necesidades de cambios. Cuando realmente son ellos quienes deberían dejar su apatía y tomar conciencia que la crisis social mundial es más importante que seguir poniendo bajo la lupa coyunturas económicas que solo afectan el clima de negocios.
Un esfuerzo por posicionar los temas de desarrollo con equidad, lo hizo Oxfam en la presentación de su informe “Una economía al servicio del 1%”. En el cual se expone cómo actualmente 62 personas poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. Dicho nivel de acumulación es indignante; y tal como la afirma el documento de Oxfam, no es razonable desde el punto de vista económico, ni ético, que haya tanta riqueza en manos de tan pocos. Esta acumulación extrema ha sido el resultado de una maquinaria financiera global, que dio como resultado los vertederos fiscales. De manera que Oxfam durante el evento invitó a los participantes a tomar partido al lado de la mayoría; y demandó el fin de los paraísos fiscales que exacerban la desigualdad extrema y la pobreza.
Pero la tarea de eliminar los paraísos fiscales es un desafío inmenso, pues uno de los hallazgos más importantes del reporte de Oxfam - luego de analizar 200 empresas, entre ellas las más grandes del mundo y las socias estratégicas del Foro Económico Mundial de Davos- es que 9 de cada 10 compañías tienen presencia en paraísos fiscales.
Se aplaude la valentía y esfuerzo de esta organización internacional. Esperemos que la presentación del informe no haya caído en saco roto. Y si así fuera, por lo menos ahora los líderes mundiales saben que existe una sociedad vigilante que está demandando cambios.
Las decisiones sobre el rumbo de nuestra sociedad no pueden quedar en manos de una élite apática a los problemas sociales, como la que se reúne en Davos. Sin embargo, los esfuerzos para hacer incidencia en estos espacios deben continuar hasta lograr que una agenda global que vele por el bien de las mayorías. Muchos dirán que este puede ser un esfuerzo inerte. Pero no se trata de seguir convenciendo a los convencidos, sino de comenzar a despertar conciencia en los apáticos.
Esta columna fue publicada el 28 de enero de 2016 en diario El Mundo de El Salvador