No olvidemos la educación
Se necesita más inversión en educación, pues los niveles actuales no son suficientes. Los Estados deben colocar en la cima de sus prioridades nacionales a la educación. No seamos parte de este sometimiento del siglo 21, el mediático, que nos muestra sólo lo que quieren que veamos. Exijamos que estos momentos de la historia sean los inicios de cambios reales y duraderos, que sigamos el camino de países que eligieron la educación, el fortalecimiento tecnológico y científico, y promover a su población.
Durante los últimos años pareciera que las agendas políticas y el ojo mediático han focalizado su atención en la violencia y en buscar combatirla. Pareciera que asumieron que los únicos problemas de estas sociedades están relacionados con temas delictivos, se han olvidado de que esta situación, que es de alta complejidad, no se solucionará con más violencia, que existen problemas estructurales que han dado lugar a esta coyuntura. Uno de ellos es la desatención de la inversión pública social, desatención de componentes tan importantes como la educación.
Hoy se carece de propuestas fuertes para mejorar o reformar los sistemas educativos. Tampoco se escucha a líderes o lideresas en una discusión acalorada sobre una propuesta de educación integral y universal. Lo que nos han regalado, sin embargo, son espectáculos dictatoriales iracundos que demuestran incapacidad para controlar sus propias emociones. Durante los últimos años, estos personajes políticos, han llegado al poder con discursos y propuestas autoritarias, que, según ellos, les permitirá apaciguar y erradicar la inseguridad y la violencia. Sin embargo, ninguna de sus acciones lo ha logrado.
Panem et circenses, pan y circo, es una expresión latina que refleja precisamente lo que pareciera que han querido hacer con nuestras voluntades. Al desviar las atenciones en espectáculos de sus supuestas hazañas políticas y que olvidemos su fracaso con el resto del quehacer público. Un espectáculo que nos debería recordar nuestro derecho a involucrarnos en la política, para no ser cómplices al permitir el debilitamiento del Estado.
Frente al mundo, nuestros indicadores, no sólo educativos, se han deteriorado. Cuando un Estado se desentiende de la educación, las consecuencias son devastadoras, para la sociedad y para la economía. Al respecto, recientemente se publicó el Índice de Coeficiente Intelectual (CI) 2023, en el sitio de Internet del World Population Review, que evaluó a 199 países. Esta medición en parte refleja la calidad de educación y los recursos disponibles para las personas en su región geográfica, en donde los territorios con menores puntajes de CI sufren mayores niveles de pobreza y vulnerabilidad. De esto que, aunque este índice está relacionado principalmente con medir la inteligencia, también es un indicador de la calidad de los sistemas educativos.
En este ranking los países en las mejores posiciones son Japón (1) con un CI de 106.48; la República de China en Taiwán (2) con 106.47 CI; Singapur (3) con 105.89; Hong Kong (4) con 105.37; La República Popular de China (5) con 105; Corea de Sur (6) con 102.35. Países asiáticos ocuparon los seis primeros lugares. Mientras Centroamérica, el país de la región mejor calificado fue Costa Rica en la posición 67 (88.34 de CI), lejos le sigue Panamá en la posición 124 (79.0 de CI), El Salvador en el puesto 162 (69.36 de CI), Honduras en la posición 185 (62.16 de CI), Nicaragua en la posición 193 (52.69 de CI) y, por último, Guatemala en la posición 196 (47.72 de CI). Exceptuando a Costa Rica, todos los países se encuentran en puestos poco halagadores, y lamentablemente Guatemala se encuentra entre los 4 países con las peores posiciones.
En este momento resulta importante recordar que los casos más exitosos que se listaron son Estados en que desde hace unas décadas apostaron a la educación, con esfuerzos colectivos nacionales que garantizaron sistemas educativos integrales. Bien lo explica J. Stiglitz en Algunas enseñanzas del milagro del este asiático, señalando que parte del notable éxito alcanzado por las economías de esa región se debieron a que los Estados asumieron grandes responsabilidades en la promoción del crecimiento económico, hicieron enormes inversiones en capital humano y en estimular la educación para facilitar la transferencia tecnológica. Entonces, no debería sorprendernos que estos mismos países en la actualidad también encabecen el ranking de países con mayor desarrollo humano y poder económico. Que si bien, actualmente, son sociedades muy distintas a las nuestras, hace décadas sus realidades no eran muy distintas a lo que somos hoy.
Este es un ejemplo de que es posible que las realidades a las que se enfrentan miles de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, cambien para mejorar, y que la educación abre caminos para evitar que sean arrastrados a la delincuencia y el crimen. Es importante entender que la violencia y la inseguridad son consecuencia de sociedades y sistemas económicos fracasados, de Estados ausentes, que cierran oportunidades a la mayoría, desde su nacimiento, y acumula privilegios para unos pocos.
Se necesita más inversión en educación, pues los niveles actuales no son suficientes. Los Estados deben colocar en la cima de sus prioridades nacionales a la educación. No seamos parte de este sometimiento del siglo 21, el mediático, que nos muestra sólo lo que quieren que veamos. Exijamos que estos momentos de la historia sean los inicios de cambios reales y duraderos, que sigamos el camino de países que eligieron la educación, el fortalecimiento tecnológico y científico, y promover a su población. Así es como se han creado las verdaderas hazañas de cambio y desarrollo. Es momento de entender que no debe entretenernos el espectáculo sobre la desgracia ajena.
Sucely Donis Bran // Economista investigadora / @SucelyDonisB
Esta columna fue publicada originalmente en Gato Encerrado, disponible aquí.