Salud universal como derecho humano
La salud como derecho humano es un objetivo que todos los Estados deben cumplir, por medio de servicios de salud oportunos, eficientes y universales; al respecto los 6 países centroamericanos (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá) son Estados miembros de la OMS que se han comprometido a proteger la salud de las personas. Sin embargo, esta capacidad de los Estados ha sido cuestionada continuamente, y no únicamente como consecuencia frente a la emergencia iniciada en 2020 por el covid-19, sino también porque las acciones de política pública no han permitido crear sistemas públicos suficientes y eficaces de atención en salud.
El 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud, día que ese recuerda la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1948. El tema elegido de interés prioritario para la OMS en este recién pasado Día Mundial de la Salud 2022 es “Nuestro planeta, nuestra salud” que surge, según lo destacaron, en medio de una pandemia, un planeta contaminado y una incidencia creciente de enfermedades.
La salud como derecho humano es un objetivo que todos los Estados deben cumplir, por medio de servicios de salud oportunos, eficientes y universales; al respecto los 6 países centroamericanos (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá) son Estados miembros de la OMS que se han comprometido a proteger la salud de las personas. Sin embargo, esta capacidad de los Estados ha sido cuestionada continuamente, y no únicamente como consecuencia frente a la emergencia iniciada en 2020 por el covid-19, sino también porque las acciones de política pública no han permitido crear sistemas públicos suficientes y eficaces de atención en salud.
Por ello, se hace necesario traer a colación el rol de las políticas fiscales, en su función de asignar recursos por medio del gasto y la inversión pública. Numerosos estudios sostienen que un gasto público alto en salud –que en este caso sería mejor llamar inversión pública en salud- reduce la probabilidad que las personas caigan en pobreza por acceder a servicios de salud, también surgen otros beneficios como parte de los efectos multiplicadores de la inversión pública en salud, como son los beneficios en la productividad de las economías, en la promoción del empleo, la reducción de las desigualdades y la precariedad; se generan cambios en la calidad de vida de un ser humano, esperanzas de vida más altas, poblaciones saludables, seguras e inclusivas.
Contrariamente, a razón del porqué de la pobreza, la desigualdad y precariedad en la región, durante los últimos 20 años esta inversión pública en salud de los gobiernos no ha mejorado sustancialmente. Respecto al crecimiento y tamaño de su economía, los países con mayor rezago al respecto en Centroamérica son: Guatemala (2.4 %), Honduras (2.9 %), le sigue El Salvador con 4.5 %.
Mientras que Costa Rica es el país con mayor inversión respecto a su economía. Pese a que no existen cifras estándares actualizadas para la región, ninguna acción implementada en 2020 y 2021 hace pensar que este escenario haya cambiado. Las cifras también permiten hacer comparaciones, dejándonos lejos para alcanzar estándares internacionales de los países con mayor inversión y que han sido referentes en atención pública en salud, como el caso de Suecia, Cuba, Alemania y Noruega y que lideran las mediciones mundiales con inversiones que alcanzan y superan el 9.0 % y 10.0 % de su PIB.
Por el contrario pareciera que en algunos casos, como de El Salvador y Honduras, el tamaño del gasto público en salud ha reducido su participación en los últimos quinquenios, y el caso de Guatemala que pareciese quedarse inmóvil, además de encontrarse entre los más bajos del mundo.
Ante la ausencia de un Estado cumplidor de derechos, se observa además que también se ha incrementado el gasto privado en salud: las poblaciones se han visto obligadas a utilizar mayor porcentaje de sus ingresos al cuidado de su salud, aunque talvez otros y otras hayan fallecido por no atender sus afecciones; con cifras también del Banco Mundial, a 2019, el gasto nacional privado en salud per cápita (PPA, dólares internacionales actuales) se incrementó en la región en promedio durante los últimos 20 años un 160.0 %.
Resalta el caso de Guatemala que tiene el menor gasto público respecto al PIB y, en contraste, es el tercer país con mayor gasto privado per cápita en Centroamérica, además de ser el país con mayor gasto privado en salud (respecto al total del gasto corriente en salud).
Aunque hace falta información para conocer y comparar la realidad en materia de atención por salud, los escenarios nos hablan de la desatención en aspectos tan básicos para la salud como las primeras etapas de vida, que salen a luz en indicadores como falta de acceso a cuidados prenatales o nutrición infantil; otras como lo vulnerables que somos a las enfermedades infecciosas o la desatención a enfermedades prevenibles y tratables que ya dan señales de alarma desde hace años, pero que fueron críticamente afectadas durante la crisis sanitaria por el covid-19.
Aunque hay más factores que inciden en la esperanza de vida, un buen sistema de salud es total para garantizar el disfrute de vidas largas y en bienestar. En la actualidad la esperanza de vida es de 85 años como la de algunos países asiáticos y europeos, muy lejos de la esperanza de 71.9 años de El Salvador, o de los 72.6 años en Guatemala que espera un niño o niña que nace hoy.
Con esto, ya no hace falta además mencionar que la atención en salud es uno de los grandes desafíos para los gobiernos, en el corto, mediano y largo plazo, es obligatorio cumplir con las Constituciones, con los acuerdos nacionales e internacionales a los cuales nuestros países se comprometieron, hay agendas como la de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que nos representan compromisos audaces para orientar las políticas públicas para lograr la cobertura universal en salud, indispensable para alcanzar el bienestar, el desarrollo físico, mental y social de todos y todas.
Sucely Donis Bran // Economista investigadora / @SucelyDonisB
Esta columna fue publicada originalmente en Gato Encerrado, disponible aquí.