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El salvadoreño se rebusca

Los salvadoreños son muy trabajadores, echan riata, no le temen al trabajo, se rebuscan y siempre ven como hacen. Son algunas de las frases por las que somos conocidos, y que nosotros mismos adoptamos como parte de la riqueza de nuestra identidad. Desde pequeños se nos inculca que para salir adelante hay que trabajar duro. Sin embargo, a pesar de todo este esfuerzo que realizamos las condiciones en nuestra sociedad llevan un paso lento hacia la senda del desarrollo.

El último informe global sobre Desarrollo Humano realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lleva como nombre: “Trabajo al servicio del desarrollo humano”. En este se destaca como el trabajo decente contribuye al progreso mediante el desarrollo de capacidades humanas, a la vez, que genera un sentido de dignidad y oportunidad a las personas para participar plenamente en la sociedad. Dicho informe me recuerda al informe especial para El Salvador de los años 2007-2008: “El empleo en uno de los pueblos más trabajadores del mundo”, en el cual se destaca que la identidad que los salvadoreños y salvadoreños tenemos como trabajadores representa un gran potencial para lograr un desarrollo humano alto. En el lapso de ambos informes el índice de desarrollo humano ha pasado de tomar un valor de 0.653 en 2010 a 0.666 en 2014. Esta leve mejora mantiene la clasificación del país dentro de las naciones con nivel de desarrollo humano medio, lo cual a su vez hace que se mantenga la posición 115 de 188 naciones.

Ambos informes plantean ideas muy ciertas respecto al trabajo, y sobre el potencial que este tiene para lograr mejores condiciones en la sociedad. Ahora bien, es necesario acotar que en dichos informes se destaca que únicamente mediante el trabajo “decente”, se logran generar las condiciones para fomentar el desarrollo humano.

En nuestro país, de acuerdo a la información contenida en la encuesta de hogares de 2014, la tasa de desempleo es del 7%. Mientras que la población ocupada obtiene un salario promedio mensual de USD298.3, lo cual es menor a la canasta básica ampliada del área urbana (USD355.62) y relativamente mayor a la canasta básica ampliada rural (USD243.38). Teniendo como resultado un nivel de pobreza nacional del 31.8%, en la cual un 7.6% de las familias se encuentra en una situación de pobreza extrema. Por tanto, si consideráramos únicamente el ingreso y nivel de pobreza de la población, podríamos deducir que existe una carencia de trabajo decente en nuestro país. 

Por otro lado, mientras que los trabajadores hacen malabares para sacar adelante a sus familias, existe un pequeño grupo que se beneficia de estas condiciones. Este aproveche la existencia de una regulación en el salario mínimo que lo protege más que a los mismos trabajadores, al mismo tiempo que algunos dentro de este grupo gozan de privilegios fiscales que les permiten generar ganancias extraordinarias.

La realidad es más compleja, sin embargo, no podemos negar que nuestro espíritu de trabajo es resultado de un instinto de sobrevivencia en una sociedad que no genera las condiciones necesarias para mejorar la calidad de vida de su población, pero sobrevivir no es lo mismo que superarse. Franklin D. Roosevelt  al momento de plantear su New Deal, dijo: “No hay razón para que vivan en la pobreza quienes se ganan la vida trabajando”. Es por eso que al igual que como sostiene este último informe si queremos fomentar el desarrollo humano por medio del trabajo, serán necesarias políticas y estrategias que busquen la creación de oportunidades de trabajo decente y con enfoque en los más desprotegidos y que a su vez que garanticen el bienestar de los trabajadores con salarios y seguridad social dignos. Más en concreto será necesario un nuevo contrato social.

Esta columna fue publicada el 31 de diciembre de 2015 en diario El Mundo de El Salvador