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Los remordimientos del FMI

El neoliberalismo ha sido una doctrina económica caracterizada por la desregularización de los mercados, liberalización de precios y la reducción paulatina de la actividad gubernamental, que encamina a los Estados hacia procesos de privatización de la mayoría de los servicios y bienes económicos. Bajo esta consigna han descansado gran parte de las políticas económicas recomendada por el FMI a la mayoría de sus miembros, que en casos específicos, como los acuerdos de estabilización macroeconómica, toman un tono autoritario más que de recomendación.

Este tipo de políticas ortodoxas son adoptadas en Honduras a partir de la aprobación del Decreto 18-90, que contiene una serie de medidas estructurales que hasta ahora se han mantenido vigentes, reflejándose en el último acuerdo firmado entre el gobierno hondureño y el FMI en diciembre de 2014. La tónica ha sido la misma a través de los años. En cuanto al manejo de las finanzas públicas, el objetivo es garantizar la sostenibilidad de la deuda, por medio de la austeridad, que implica generalmente aumentar ingresos, principalmente tributarios y relacionados con el consumo, y reducir gastos, inclusive en inversión pública, salud y educación.

 

Por otro lado, respecto a las políticas monetarias, cambiarias y externas, se persigue la flexibilización de precios, principalmente del tipo de cambio, de tasas de interés y libre movimiento de los capitales. A partir de lo planteado anteriormente, surge una pregunta ¿han sido beneficiosas estas políticas neoliberales? Los economistas Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri han planteado una respuesta a esta incógnita, por medio de una publicación en la revista del FMI Finance & Development Vol. 53, No. 2, llamada «neoiberalismo sobrevendido», aunque no es la primera vez que investigadores del FMI ponen en duda los beneficios de los procesos de consolidación fiscal y desregulación como los resultados presentados por Woo et al (2013)

En resumen, la publicación menciona que las medidas de austeridad implementadas en los procesos de consolidación fiscal no parecen generar beneficios de crecimiento económico a mediano plazo. Al analizar una muestra amplia de países que aplicaron estas medidas, se observa que se han agudizado la desigualdad y el desempleo, generando un círculo vicioso que reduce las expectativas de crecimiento económico en el futuro. Por otro lado la desregularización, específicamente de los movimientos de  capitales, no determinan  mejor desempeño en términos de aumento de la actividad productiva, más bien parecen más evidentes los costos asociados con volatilidad o la transmisión de crisis como la que se registró en Asia a finales de los noventas o la gran crisis financiera del 2008-2009.

Regresando al último acuerdo stand by del FMI con Honduras, cuyas medidas de recaudación y de recortes de gasto son ampliamente conocidas y discutidas, no es extraño que los resultados durante 2014 y 2015 respecto a la pobreza en los hogares hayan pasado de 62.8%  a 63.8%, mientras que la pobreza extrema pasó de 39.7% a 40%. Por otro lado, el desempleo abierto llegó a 7.3% y el subempleo total a 55.2%, todo esto enmarcado en una situación de inequidad, la más alta de Centro América.

Si realmente deseamos resultados distintos, donde predomine el bienestar de la mayoría sobre los intereses individuales, debemos salir de los esquemas ortodoxos neoliberales —receta desgastada con comprobados resultados nocivos para la sociedad—, y pasar a soluciones planteadas de manera doméstica, a la medida de nuestras necesidades y tomando en cuenta que el éxito económico y fiscal de una nación, debe medirse principalmente en función del bienestar colectivo.




[1] Véase: ww.imf.org/external/pubs/ft/fandd/2016/06/ostry.htm